Nota completa de Lucas Schaefer, para Alfa y Omega
«El Sínodo sobre la Amazonía es medular para el pontificado de Francisco», asegura Luis Liberman, argentino de origen judío e invitado especial a esta cita eclesial. «Genera un mensaje de esperanza al mundo desde América Latina y encuentra en la REPAM una herramienta que puede vertebrar ese mensaje en el contexto de la diversidad cultural latinoamericana»
El profesor en Antropología Luis Liberman es uno de doce los invitados especiales del Sínodo de los Obispos sobre la Amazonía junto, entre otros, al ex secretario general de la ONU Ban Ki Moon; el ganador del Nobel de la Paz 2007, Carlos Alfonso Nobre; Jeffrey Sachs, profesor de Desarrollo Sostenible en Columbia, o el alemán Hans Schellnhuber, profesor de Física Atmosférica.
Liberman, argentino de origen judío, selló una amistad con Bergoglio hace casi dos décadas. Ese vínculo fraterno derivó en otra amistad; en este caso con el cardenal franciscano, Claudio Hummes, presidente de la Red Eclesial Pan Amazónica (REPAM) y relator general del Sínodo de la Amazonía designado por el Papa Francisco.
Es director del proyecto universitario de la Fundación de los Trabajadores Sanitaristas (que impulsa el sindicato de personal sanitario en Argentina) y a su vez director del Instituto para el Diálogo Global y la Cultura del Encuentro, que llegó hace dos años a las grandes ligas del mundo académico por la coorganización en la Academia de Ciencias del Vaticano del coloquio El derecho humano al agua, que encabezó Hummes, y que cerró el propio Papa jesuita. Todo este trabajo, que se conjuga con la amistad, llevo hace un año, en el marco de los preparativos del Sínodo, a la firma de un convenio entre la REPAM y el Instituto para el Diálogo y la Cultura del Encuentro.
«El Sínodo sobre la Amazonía es medular para el pontificado de Francisco», asegura Liberman. «Genera un mensaje de esperanza al mundo desde América Latina y encuentra en la REPAM una herramienta que puede vertebrar ese mensaje en el contexto de la diversidad cultural latinoamericana», asegura el antropólogo en diálogo con Alfa y Omega.
La Amazonía para Bergoglio
Para Liberman, la manera de comprender el Sínodo de Obispos sobre la Amazonía es recorriendo la visión de la Iglesia y de Bergoglio. «Más allá del ideario jesuita, no creo que de joven haya tenido en su pensamiento una cosmovisión de la Amazonía, que por ejemplo sí estaba en el joven Hummes –reconoce Liberman–. Pero sí es reconocible en él la visión de una América profunda, no solo en lo geográfico o en sus realidades urbanas, sino en el sentido también de su historia y sus contradicciones. La Amazonía es parte de esa América profunda, mestiza, desigual, que Bergoglio transitó y conoció».
El intelectual judío cree que la territorialidad de esta América, que tiende al mestizaje cultural sobre todo en el siglo XX, «empieza a tomar nuevas fuerzas» en la V Conferencia General del CELAM, en Aparecida (2007). Ahí empieza también la referencia concreta a la Amazonía, «con sus conflictos en los territorios, con una base potente e identificada en los pueblos originarios», que tienen a millones de habitantes repartidos en la cuenca de nueve países.
El Santo Padre comenzó a hablar de la Amazonía –recuerda– en la JMJ de Río de Janeiro 2013, donde se refirió a la búsqueda del «rostro amazónico de la Iglesia». En 2015, Laudato sies precisa al apuntar a los problemas propios de la región. Junto con la agenda de Desarrollo Sostenible 2030 y la Cumbre del Clima de París, se estructura un modelo para pensar en los desafíos que implica el cambio climático y el desarrollo. En Colombia, en 2017, retoma el concepto de rostro amazónico de la Iglesia.
Y es «mucho más claro» cuando, en el encuentro con los pueblos originarios en Puerto Maldonado (Perú) dice que “’la tierra no es infecunda, ni anónima. Esta no es una tierra huérfana. Tiene madre. Se trasmite de generación en generación”. Ahí conecta» con otra idea suya, la de «ir a la periferia existencial frente a una cultura que promueve el descarte».
El rol de la REPAM
Este profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA), que tan pronto se sumerge en las aguas profundas de las religiones como en los sindicatos por su objetivo conjunto del cuidado de la casa común, destaca el importante papel que como «actor vertebrador» del Sínodo está teniendo la REPAM. Gracias a sus redes, «en el proceso de escucha a las comunidades se alcanzó de manera directa a 65.000 personas de comunidades, aldeas y parroquias».
Y destaca la «visión ecológica integral y no antropocéntrica de la REPAM», que se entiende por ejemplo con la discusión mundial sobre cómo reforestar la región en el marco de los feroces incendios que la atacan. «Se buscan modelos de desarrollo comunitario: valorar el trabajo, el entorno de vida, el cuidado del otro, y no quitar a la tierra más de lo que esta da. No es retornar a una comunidad primitiva, sino promover el desarrollo de una manera sostenible y transgeneracional».
Así es la visión de Francisco de la sostenibilidad, asegura su amigo: «Una acción económica que se constituye pensando en las futuras generaciones, que mejore los bienes de los hombres y el cuidado de la tierra».
«Tenemos un Papa que no se acomoda al paisaje (lo digo en el sentido político) y por eso lleva el Sínodo con un vigor y una sustancia que sigue interpelando a la humanidad de cara a su futuro», asegura el argentino. Para él, «la novedad del Papa es que es coherente. Quizá se deba reconocer que redondea ideas mientras las va caminando, de ahí el caminar permanentemente, pero cuando se refiere a los obispos con olor a oveja, cuando habla de la creación, de la paz, de los pobres… bebe de una experiencia teologal, histórica, filosófica y hasta antropológica para construir su discurso».
En los problemas humanos –continúa– hay una continuidad en lo que se refiere a sus causas: las de 2013 son las mismas que las de 2005, 2001, o los años 90: «La globalización sin alma, financialista y extractivista que funciona de lunes a lunes, 24 horas al día, que corrompe y destruye». Esta globalización «no va a salvar a la humanidad y al planeta».
Tras el Sínodo
El Sínodo –añade Liberman– «es una experiencia que vincula un territorio y un proyecto. Paradójicamente no es proselitismo reduccionista, sino un proyecto de conversión ecológica para entender que hombre y naturaleza van juntos».
Una peculiaridad de esta edición del encuentro de obispos es que «es probable que en sus conclusiones se vean cuestiones ya tratadas en otros sínodos, pero de manera singular, ya que articula cuestiones diversas como el agua, los pueblos originarios, la cuestión de la trata, las migraciones, el desarrollo frente a las economías extractivistas». También implica a «la Iglesia repensando el territorio, que nos hace definir un proyecto de garantizar los bienes naciones y supranacionales, del pulmón del mundo, que alterado de manera irreversible va a afectar el ciclo del agua y el clima y por lo tanto la vida».
Por todo ello, el Papa está «construyendo un modelo que articula lo ancestral y el futuro para una cultura del cuidado».